Adviento: tiempo para cambiar

adviento tiempo para cambiar

El pasado 30 de noviembre celebramos un encuentro oracional sobre el “Adviento en Comunidad”, con motivo del inicio del nuevo Año Litúrgico acompañados por Manolo G. Bonasa, jesuita. El encuentro consistió en un retiro oracional para iniciar este tiempo previo a la Navidad con la paz y esperanza tan necesarias. Muy agradecidos a Manolo G. Bonasa y esperando el próximo encuentro.

Por la Encarnación de Jesús, divinízanos.
Por el Advenimiento de Jesús, bendícenos.
Por la Navidad de Jesús, transfórmanos.
Por la Presentación de Jesús, libéranos.
Por la infancia de Jesús, empequeñécenos.
Por la vida oculta de Jesús, ocúltanos.
Por la predicación de Jesús, enséñanos.
Por la presencia de Jesús, consuélanos.
Por la muerte de Jesús, redímenos.
Por la resurrección de Jesús, santifícanos.
Amén.

Desde lo hondo te grito, Señor,
Dueño mío, escucha mi voz.
Estén tus oídos atentos a mi petición de gracia.
Si llevas cuenta, Señor, de los delitos,
Dueño mío, ¿quién resistirá?
Pero el perdón es cosa tuya y así te haces respetar.
Aguardo al Señor, lo aguarda mi alma, esperando en su palabra,
mi alma a mi Dueño,
más que el centinela a la aurora.
Espera Israel en el Señor, ¡como el centinela la aurora! Que la misericordia es cosa del Señor y es generoso rendimiento. 
Él, redimirá a Israel de todos sus delitos.
(Salmo 130 (129))

Ven, Señor Jesús, te necesitamos. Acércate a nosotros. Tú eres la luz: despiértanos del sueño de la mediocridad, despiértanos de la oscuridad de la indiferencia. Ven, Señor Jesús, haz que nuestros corazones, que ahora están distraídos, estén vigilantes: haznos sentir el deseo de rezar y la necesidad de amar. (Papa Francisco. Oración para el Adviento)


La pequeña esperanza
Yo soy, dice Dios, Maestro de las Tres Virtudes.
La Fe es una esposa fiel.
La Caridad es una madre ardiente.
Pero la esperanza es una niña muy pequeña.
Yo soy, dice Dios, el Maestro de las Virtudes.
La Fe es la que se mantiene firme por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se da por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se levanta todas las mañanas.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es la que se estira por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se extiende por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que todas las mañanas nos da los buenos días.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es un soldado, es un capitán que defiende una fortaleza.
Una ciudad del rey,
En las fronteras de Gascuña, en las fronteras de Lorena.
La Caridad es un médico, una hermanita de los pobres,
Que cuida a los enfermos, que cuida a los heridos,
A los pobres del rey,
En las fronteras de Gascuña, en las fronteras de Lorena.
Pero mi pequeña esperanza es
la que saluda al pobre y al huérfano.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es una iglesia, una catedral enraizada en el suelo de Francia.
La Caridad es un hospital, un sanatorio que recoge todas las desgracias del mundo.
Pero sin esperanza, todo eso no sería más que un cementerio.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es la que vela por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que vela por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se acuesta todas las noches
y se levanta todas las mañanas
y duerme realmente tranquila.
Yo soy, dice Dios, el Señor de esa Virtud.
Mi pequeña esperanza
es la que se duerme todas las noches,
en su cama de niña, después de rezar sus oraciones,
y la que todas las mañanas se despierta
y se levanta y reza sus oraciones con una mirada nueva.
Yo soy, dice Dios, Señor de las Tres Virtudes.
La Fe es un gran árbol, un roble arraigado en el corazón de Francia.
Y bajo las alas de ese árbol, la Caridad,
mi hija la Caridad ampara todos los infortunios del mundo.
Y mi pequeña esperanza no es nada más
que esa pequeña promesa de brote
que se anuncia justo al principio de abril. 
(Charles Péguy)

Han llegado las grandes lluvias sobre la tierra de nuestro sertâo y han empezado a nacer hermosos, el maíz y el arroz. Ha llegado a nuestras celebraciones el Adviento, que es un tiempo de cuatro semanas en preparación de la Navidad. Va a nacer Jesucristo, el Salvador. Llega otra vez Navidad, el tiempo más hermoso del año. ¿Por qué celebramos el Adviento? ¿Por qué celebramos la Navidad?

Dios creó el mundo, con las estrellas y las plantas y los animales y puso en medio del mundo al hombre, para que el hombre fuese el celador y el rey de todo. Dios, que es Padre, quería tener muchos hijos felices como Él. Para eso creó los hombres. Pero el hombre pecó y Dios y el hombre se distanciaron, como si fuesen enemigos. Dios, sin embargo, se mantuvo, terco, en su amor de Padre. Para Él las cosas no podían quedar así. Y prometió que enviaría el Mesías, el Salvador.

El antiguo pueblo de Dios, Israel, estuvo esperando ese Salvador durante 4 mil años, mucho tiempo. Esa espera es el Antiguo Testamento de la Biblia. Es todo aquel caminar que va desde Abraham hasta la Virgen, desde la esclavitud de Egipto hasta la Buena Nueva de Belén.

Y el Salvador llegó. Dios hecho hombre, hermano nuestro. Jesús, el Hijo de Dios hecho hijo de María, nacido en la noche de Navidad.

Así y todo, Él nacido hombre, Él muerto por los hombres, Él resucitado y vivo entre los hombres, todavía ha de ser esperado y buscado. En su busca caminamos aquí en la tierra, para encontrarnos con Él, para siempre, en el cielo. Por eso celebramos el Adviento. Por eso preparamos la Navidad.

Toda nuestra vida es «adviento»: Dios está viniendo. Él viene en su Palabra, en su Espíritu que nos da la fe, en los sacramentos de la Iglesia, en las luchas y alegrías de la vida, en cada uno de nuestros hermanos, sobre todo en los más pobres y sufridos. Hay que saber esperar a Dios. Hay que saber buscar a Dios. Hay que saber descubrir a Dios.

Y mira que hay muchos que se cansan de esperar, porque la vida se ha puesto muy dura y los poderosos siempre aplastan al pueblo. Y hay muchos que no saben buscar a Dios día a día, en el trabajo, en casa, en la calle, en la lucha por los derechos de todos, en la oración, en la fiesta alegre de los hermanos unidos, e incluso más allá de la muerte. Hay muchos que no saben descubrir al Dios que se esconde en el Niño de Belén, en la lucha de la vida y en los hermanos más pobres. Adviento es un tiempo muy bueno para aprender a esperar a Dios, para aprender a buscar a Dios, para aprender a descubrir a Dios. El maíz y el arroz están naciendo, hermosos. Ha llegado el Adviento. Luego llegará la Navidad. Dios está llegando siempre. Abramos los ojos de la fe, abramos los brazos de la esperanza, abramos el corazón del amor. En ese Dios que siempre viene, os abraza vuestro hermano.

(Pedro Casaldáliga, claretiano)