Reflexiones sobre el cansancio y el descanso

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«Zatozte eta hartu atseden pixka bat». «Venid a descansar un poco». Mc. 6, 31

NO TODO ES TRABAJAR

Casi todo nos invita hoy a vivir bajo el signo de la actividad y el rendimiento. Pocas diferencias existen entre el capitalismo y el socialismo colectivista a la hora de valorar prácticamente al hombre. Siempre se termina por medirlo por su capacidad de producción.

En el fondo de nuestra conciencia moderna existe la convicción de que, para dar el máximo sentido y plenitud a nuestra vida, lo único importante es trabajar por sacarle el máximo rendimiento y utilidad. Son muchos los que, sin darse cuenta, piensan con J.P. Sartre que «el hombre no es más que lo que hace».

Pero, entonces, no deberíamos olvidar dos graves peligros que amenazan al hombre actual. El primero consiste en ahogarnos en el trabajo y el activismo. Supravalorando nuestro poder y nuestro obrar, terminamos por creernos indispensables, pues, en el fondo, pensamos que somos nosotros quienes tenemos que hacerlo todo.

El segundo peligro es hundirnos en el pesimismo y la resignación, al descubrir nuestra propia incapacidad y quedar aplastados por una tarea que nos desborda.

El que solamente pone el sentido de su vida en la lucha, el trabajo y la acción eficaz, corre el riesgo de sentirse «inútil y desaprovechable» en el momento en que su esfuerzos no se ven coronados por el éxito.

LLEGA EL CANSANCIO

El cansancio es algo con lo que tiene que contar todo hombre o mujer que se esfuerza por cumplir su tarea diaria con entrega y responsabilidad.

Un día las fuerzas se desgastan y el agobio se apodera de nosotros. Quedan atrás la euforia y vitalidad de otros tiempos. Ahora sólo sentimos la falta de aliento, la impotencia, el hastío.

Las raíces del cansancio pueden ser muy diversas. Las ocupaciones nos dispersan, la actividad constante nos desgasta, la mediocridad misma de nuestra vida y nuestro trabajo nos aburre.

Perdemos energías en las mil contrariedades y roces de cada día y no sabemos cómo ni dónde reparar nuestras fuerzas. Nos vaciamos quizás generosamente a lo largo del día, pero no cuidamos el alimento de nuestro espíritu.

¿Qué hacer cuando la alegría interior se nos escapa y sentimos el alma cansada y sin aliento?

Quizás, lo primero sea aceptar con paciencia el cansancio como «compañero de nuestro camino». Pero, al mismo tiempo, recordar que la soledad y el silencio pueden sanar de nuevo nuestras raíces.

Todos necesitamos, de alguna manera, saber retiramos a «un lugar solitario» para enraizar de nuevo nuestra vida en lo esencial.

Necesitamos más silencio y soledad para reconocer con paz «las pequeñas cosas» que hemos agrandado indebidamente hasta agobiarnos, y para recordar las cosas realmente grandes e importantes que hemos descuidado día tras día.

NOS ES NECESARIO DESCANSAR

Pero, ¿qué es descansar? ¿Es suficiente recuperar nuestras fuerzas físicas, tomando el sol durante horas y más horas junto a la orilla de cualquier mar? ¿Basta con olvidar nuestros problemas y conflictos sumergiéndonos en el ruido de nuestras fiestas y verbenas?

Al retorno de las vacaciones, más de uno siente en su interior la sensación de haberlas perdido. Y es que también en vacaciones podemos caer en la tiranía de la agitación, el ruido, la superficialidad y la ansiedad del disfrute fácil y agotador.

No todos saben descansar. Y quizás el hombre moderno necesita urgentemente iniciarse en el arte del verdadero descanso.

Necesitamos, antes que nada, encontrarnos más profundamente con nosotros mismos y buscar el silencio, la calma y la serenidad que, tantas veces nos faltan durante el año, para escuchar lo mejor que hay dentro de nosotros y a nuestro alrededor.

Necesitamos recordar que una vida intensa no es una vida agitada. Queremos tenerlo todo, acapararlo y disfrutarlo todo. Y nos hacemos rodear de mil cosas superfluas e inútiles, que en definitiva ahogan nuestra libertad y espontaneidad.

Necesitamos redescubrir la naturaleza, contemplar la vida que brota cerca de nosotros, detenernos ante las cosas pequeñas y las gentes sencillas y buenas. Experimentar que la felicidad tiene poco que ver con la riqueza, los éxitos y el placer fácil.

Necesitamos recordar que el sentido último de la vida no se agota en el esfuerzo, el trabajo y la lucha. Por el contrario, se nos revela con más claridad en la fiesta, el gozo compartido, la amistad y la convivencia fraterna.

Descansar es reconciliarse con la vida. Disfrutar de manera sencilla, cordial y entrañable del regalo de la existencia. Hacer la paz en nuestro corazón. Limpiar nuestra alma. Reencontrarnos con lo mejor de nosotros mismos.

Por eso, no hay que recorrer largas distancias para encontrar descanso. Basta recorrer la que nos lleva a encontrar la paz en nuestro corazón. Si ahí no la hallamos, inútil buscarla en ninguna parte del mundo.

Necesitamos salir al aire libre y encontrarnos con la naturaleza. Pero necesitamos también salir de nuestros egoísmos y mezquindades, y abrirnos a la vida y a las personas.

Descansar es descubrir que uno está vivo, que puede mirar con ojos más limpios y desinteresados a la gente, que es capaz de enamorarse de las cosas sencillas y buenas, que hasta se puede tomar uno tiempo para ser feliz.

Pero sólo descansamos cuando liberamos nuestro corazón de angustias egoístas y de mil complicaciones insensatas que nos creamos mutuamente sin necesidad alguna.

No basta salvamos de la asfixia que el nerviosismo, el ruido, la agitación o el trabajo producen en nosotros. No se puede descansar cuando la insatisfacción, la tristeza, el miedo, el remordimiento o la culpabilidad nos atenazan.

¿Cómo transformar todo esto en paz? ¿Cómo dejarnos iluminar en lo mas hondo de nuestro ser? ¿Cómo acoger de nuevo la energía de la vida?

Las vacaciones de este año tendrían para nosotros un contenido nuevo y enriquecedor si fuéramos capaces de responder, durante el descanso veraniego, a estas dos sencillas preguntas:

  1. ¿Cuáles son las pequeñas cosas de la vida que la falta de sosiego, de silencio y de oración han agrandado indebidamente hasta llegar a agobiarme y matar en mí el gozo de vivir?
  2. ¿Cuáles son las cosas realmente grandes a las que he dedicado demasiado poco tiempo, vaciando y empobreciendo así lamentablemente mi vida diaria?

En el silencio y la paz del retiro podemos encontrarnos más fácilmente con nuestra propia verdad, pues volvemos a ver las cosas tal como son.

UNA CONCLUSIÓN

Tenemos que aprender a «hacer vacaciones» de otra manera. No se trata de obsesionarnos con «pasarlo bien» a toda costa, sino de saber disfrutar con sencillez y agradecimiento de los amigos, la familia, la naturaleza, el silencio, el juego, la música, el amor, la belleza, la convivencia.

No se trata de vaciarse en la superficialidad de unos días vividos de manera alocada, sino de recuperar la armonía interior, cuidar más las raíces de nuestra vida, encontrarnos con nosotros mismos, disfrutar de la amistad y el amor de las personas, «gozar de Dios» a través de la creación entera.

Y no olvidemos algo importante. Solo tenemos derecho al descanso y la fiesta, si nos cansamos diariamente en el esfuerzo por construir una sociedad más humana y feliz para todos.