REFLEXIÓN «LA CONTRA». EL DOMINGO Nº 1235. 13 de noviembre de 2022.
– ¿Tú rezas? El otro, que jamás me ha hablado de creencia alguna, me ha mirado estupefacto.
– ¿Yo? ¡No! -pausa-. Muy poco.
Íbamos por el segundo plato en el restaurante, cuando él ha salido de un breve ensimismamiento.
– Cuando se tienen hijos muy pequeños y se les acuesta -ha dicho-, se reza, ya lo creo que se reza.
Le he mirado con atención, muy interesada.
– ¿Por qué?
– Son tan frágiles, tienes tanto miedo por ellos, por lo que es este mundo… ¿Cómo no vas a rezar? ¿Cómo no vas a pedir que les guarden los angelitos? ¿Cómo no vas a intentar creer que existen los ángeles?
¿Me dejo algo? Sí, esa ternura que mi amigo me ha metido dentro, mis rezos de descreída por los niños pequeños de todo el mundo, que ha suscitado en mí esa ternura. No dejes de tu mano a los inocentes que ahora mismo abren los ojos, acompáñalos siempre.
– ¿Cuatro esquinitas? -le pregunto-
– Cuatro esquinitas, y lo que haga falta.
Después de comer hemos caminado lentamente, agarrados del brazo, hasta mi casa. Luego nos hemos separado, y se ha ido como loco a por el coche. Ángel de la Guarda, protégelo, he rezado, deja que este hombre acueste a sus niños todas las noches, con confianza y paz.