REFLEXIÓN «LA CONTRA». EL DOMINGO Nº 1192. 10 de octubre de 2021.
¿Nos permiten sugerirles un decálogo de la ternura en estas dos fiestas de la Virgen: de Begoña, el 11; y del Pilar, el 12?
- Todas las personas tienen urgente necesidad de dar y recibir amor. Aunque algunos pretenden lo contrario, si no dan o no reciben amor, la vida se oscurece.
- Para vivir y practicar la ternura no es necesario poseer grandes cualidades. Basta con decir con espontaneidad nuestro amor, sin avergonzarse de manifestarlo.
- La verdadera ternura se conjuga en voz activa y en voz pasiva. No solo hay que dar ternura, sino que tenemos que recibirla con espontaneidad y con enorme alegría.
- La ternura debe expresarse con naturalidad y en todos los momentos de la vida. Pero, es mucho más imprescindible en los momentos tensos y difíciles.
- La ternura jamás se puede compaginar con el amaneramiento o la trivialidad. Mucho menos con la violencia o la agresividad.
- Expresar y vivir la ternura no significa ser débil, manejable, sino generoso y acogedor. La ternura no está reñida con la energía.
- La ternura no es exclusiva de la relación madre-hijo. La familia, los hermanos, los compañeros agradecen, asimismo, este sentimiento.
- A ser tierno se aprende cada día con amor. Nunca es demasiado tarde para comenzar a practicar.
- No se debe confundir jamás la sexualidad con la ternura. Si bien difícilmente podremos entender la verdadera sexualidad sin una delicada ternura.
- Dar, expresar, acoger y recibir ternura es siempre una muestra evidente de madurez.
¿Por qué privamos a quienes nos rodean del bálsamo de nuestra ternura? ¿A qué viene seguir practicando la economía de las caricias en una sociedad cada vez más necesitada de encuentros amistosos?