REFLEXIÓN «LA CONTRA». EL DOMINGO Nº 1180. 18 de abril de 2021.
- Agradecer a Dios el regalo de las personas con quien convivimos.
- Buscar el bien común por encima de los intereses personales.
- Corregir con compasión al hermano que se equivoca.
- Dar lo mejor de uno mismo, permaneciendo siempre disponible para el servicio.
- Estimar a los demás reconociendo sus capacidades.
- Fortalecer la fe del decaído y animarlo en las motivaciones de vida comunitaria.
- Ganar la confianza del hermano arrimando el hombro a llevar su carga.
- Hablar con sinceridad, sin zalamerías ni halagos, pero con amabilidad.
- Interceder por los otros a Dios antes que por los intereses propios.
- Juntarse al que otros apartan o desprecian.
- Levantar al que ha tropezado o se ha hundido.
- Llorar con el que llora y cantar con el que está alegre.
- Mediar entre los hermanos que no se comprenden.
- Necesitar de la mano del compañero sin complejos.
- Olvidar el miedo a estar al servicio de los demás o a ser considerado el último de la comunidad.
- Preocuparse por el débil y el necesitado.
- Quitar los obstáculos de los prejuicios y tópicos.
- Respetar las opiniones de los demás, sin caer en la tolerancia tácita.
- Salir al encuentro del hermano: a su mentalidad, a sus necesidades.
- Tolerar los defectos y límites con buen humor.
- Unir con la concordia a los hermanos para así vivir en paz y armonía con todo el mundo.
- Valorarse con realismo sin considerarse más que los compañeros ni darse aires de importancia.
- Yuxtaponerse al lado del que necesita un empujoncito. Zanjar las desavenencias y ofensas sin resentimiento ni remilgos.
“Vivir un amor solidario y modesto, porque si no hay amor en una comunidad todos los dones y cualidades que en ésta florezcan poco importan”
(cf. 1 Cor. 13,3-7)