“ATZEKO HAUSNARKETA”. JAUNAREN EGUNA 1265 zkia. 2023ko ekainaren 18a.
Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde durante una hora para ayudarle a drenar el liquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación. El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba.
Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus esposas y sus familias, de sus hogares, del trabajo, de su estancia en el servicio militar, de los lugares donde habían estado de vacaciones. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas les cosas que podía ver desde ella.
El hombre de la otra cama deseaba ardientemente que llegaran esas horas en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con noticias del mundo exterior. Por su compañero sabía que la ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños echaban a volar sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano entre flores de todos los colores. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia el bello perfil de la ciudad.
Mientras el hombre describía todo esto con exquisito detalle, el del otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena. Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía su compañero.
Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarlos y encontró el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía. Apesadumbrada, llamó a los ayudantes del hospital para que se llevaran el cuerpo.
Cuando lo consideró apropiado, el otro enfermo pidió ser trasladado a la cama del lado de la ventana. La enfermera lo cambió encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación. Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior. Por fin tendría la alegría de verlo por él mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana del lado de la cama y se encontró con una pared blanca.
El hombre preguntó a la enfermera por qué su compañero muerto le había descrito cosas tan maravillosas a través de aquella ventana. La enfermera le reveló que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y concluyó: “Quizá solo quería animarle a usted”.
Esta historia conmovedora demuestra que no hay mayor felicidad que hacer felices a los demás, sea cual sea nuestra situación. Como reza un viejo dicho: “el dolor compartido es la mitad de pena, pero la felicidad, cuando se comparte es doble.