“ATZEKO HAUSNARKETA”. JAUNAREN EGUNA 1217 zkia. 2022ko apirilaren 3a.
Probablemente, Jesús sólo pronunció tres bienaventuranzas: las que declaran dichosos a los pobres, a los hambrientos y los afligidos. Las demás fueron añadidas más tarde extendiendo a otras áreas su mensaje. ¿Será excesivo atrevimiento hacer hoy algo semejante ante la violencia doméstica?
Dichosas vosotras que sufrís en silencio la amenaza constante de vuestros esposos, sin que nadie sospeche vuestra angustia, vuestro miedo, insomnios y depresión. Aunque os cueste creerlo, Dios no se olvida de vosotras.
Ay de nosotros los varones, que no tenemos inteligencia ni corazón para reconocer el sufrimiento que generamos en la mujer desde nuestras posiciones machistas y dominantes. Dios confundirá un día nuestra ceguera y prepotencia.
Dichosas vosotras que vivís aterrorizadas por los insultos, golpes y agresiones de vuestra pareja, sin saber cómo defenderos a vosotras mismas y a vuestros hijos de su acoso y violencia diaria. Dios está sufriendo con vosotras.
Ay de nosotros que seleccionamos las víctimas que merecen nuestra atención e interés, y olvidamos a las mujeres que sufren el “terrorismo doméstico”, dejando sin protección a quienes más lo necesitan. Dios desprecia nuestra indiferencia e hipocresía.
Dichosas vosotras que os sentís ridiculizadas y humilladas por vuestra pareja ante vuestros propios hijos y ante amigos y conocidos, hasta ver destruida vuestra personalidad. Dios es el primer defensor de vuestra dignidad.
Ay de nosotros, los creyentes, que vivimos tranquilos pidiendo a Dios por el bienestar de nuestra familia, sin recordar en nuestra Eucaristía a las víctimas de esta tragedia doméstica. ¿Cómo va a escuchar Dios nuestra plegaria?
Dichosas vosotras que vivís en la impotencia, la inseguridad y el desprecio, sometidas al servilismo o perversamente culpabilizadas por vuestra pareja. Tenéis un lugar especial en el corazón de Dios.
Ay de nosotros, los eclesiásticos, que lo ignoramos casi todo de la violencia doméstica y no gritamos a los varones la necesidad urgente de conversión, ¿Quién reconocerá en nuestra predicación al Dios de Jesús?