REFLEXIÓN «LA CONTRA». EL DOMINGO Nº 1239. 11 de diciembre de 2022.
Cuentan de una viejecita que nunca, nunca, nunca… hablaba mal de nadie.
Un día murió un hombre, conocido por todos, que parecía reunir todas las miserias, defectos y desgracias: era un vago, un ladrón, un borracho y, encima, pegaba a su mujer y a sus hijos pequeños. ¡Vamos!, una verdadera calamidad, un auténtico estorbo para la vecindad.
La noche de su muerte, en el velatorio, llegó la viejecita a la sala en la que se rezaba por el difunto. Todos se miraban y se decían para sí: “seguro que de éste no dice nada bueno”.
La viejecita estuvo un momento callada. Estaba claro. Parecía que, efectivamente, no tenía nada que decir. Pero mientras todos pensaban esto, al fin, habló: “Sabía silbar… la verdad es que daba gusto oírle cuando pasaba por debajo de mi ventana todas las mañanas. Lo echaré de menos”.