NUESTRO TEMPLO
Te encuentras en el pórtico de entrada al templo de San Vicente Mártir de Abando. Antes de entrar te contaremos un poco de historia. La rica anteiglesia de Abando debió poseer un templo medieval que, incapaz de contener las sepulturas de los parroquianos, dejó paso al monumental edificio actual, en el que se empezó a trabajar a mediados del siglo XVI.
Se trata de una verdadera joya de la arquitectura religiosa renacentista. El templo de San Vicente Mártir es uno de los mejores ejemplos de iglesia columnaria del País Vasco. Construido fundamentalmente en sillería y mampuesto, el templo ocupa el entorno más noble de la antigua anteiglesia, presidiendo un espacio arbolado que hoy recuerdan los jardines de Albia. Se trata de un espacio verde que la parroquia exigió que se conservara tras la absorción de Abando por parte de Bilbao en 1890.
A continuación entra por la izquierda. Podrás observar que hay un tríptico del Bautismo de Jesús pintado por Iñaki García-Ergüin. Antiguamente se encontraba en este lugar la pila bautismal. Así nos lo recuerda también la pequeña vidriera que da a la fachada principal.
Si avanzas un poco, podrás contemplar la estructura del edificio. Se trata de una planta noble y grande, compuesta por tres naves de cinco tramos, todos a la misma altura, definidos por altas columnas de piedra caliza y de sección circular dotadas de capiteles clásicos, dóricos. Sobre ellas descansa la cubrición, arcos generatrices y nervaduras de la bóveda, toda ella uniforme y a la manera gótica, es decir de cuatro puntas con enriquecimiento de nervios en torno al polo, con nueve claves en total.
En su género de iglesia columnaria -caracterizada por una amplitud despejada, sin segregaciones, con bóvedas a igual altura apoyadas en columnas clásicas- San Vicente es ejemplar purísimo pues ni siquiera manifiesta espacio autónomo para la capilla mayor. La luz natural es insuficiente debido al pequeño tamaño de las ventanas, abiertas en parejas en la zona de la cabecera.
Avanza hasta la primera capilla, donde podrás observar la pila bautismal acompañada por un relieve en bronce de Ricardo Iñurria. Sobre ella, una gran pintura también de Iñaki García-Ergüin representa la Última Cena de Jesús y preside con gran solemnidad el “monumento” todos los Jueves Santo.
Continúa y encontrarás el retablo de la Virgen Milagrosa escoltada por las tallas de San Ignacio y San Francisco Javier y junto a él, la Capilla del Carmen o Villarias, de planta cuadrada y con bóveda de arista. En su interior, destaca el altar dedicado a Nuestra Señora del Carmen y las tallas del Padre Jesús de Pasión y Nuestra Señora de Ramos y del Rosario, ambas del imaginero Luis Álvarez Duarte, que procesionan en la semana santa bilbaina portadas por cofrades de la Cofradía de la Pasión, cuya sede está en esta misma parroquia.
En la parte más avanzada puedes contemplar tres retablos de madera dorada. El retablo mayor es de estilo neoclásico-isabelino y fue diseñado por el arquitecto Juan Blas de Hormaeche en 1860, y está compuesto por una imagen barroca de la Inmaculada Concepción y la del titular de la parroquia, San Vicente Mártir, coetánea a la estructura y de gran corrección en la forma, llevando la dalmática de diácono y portando la palma que simboliza su condición de mártir. A la izquierda, en el lado del Evangelio, puedes contemplar el retablo presidido por el Sagrado Corazón, San Antonio, San Ramón Nonato y San Expedito en la altura. Del mismo modo, a su derecha, en el lado de la Epístola no faltan esculturas de calidad como las de San Alfonso María Ligorio y San Gerardo, obra de Higinio Basterra, o el San José dispuesto en la cabecera, con un relieve de la Santísima Trinidad en su parte más alta. Los retablos que acompañan al retablo mayor a izquierda y derecha fueron proyectados por Ricardo Bastida.
Llegando a la cabecera del templo, no dejes visitar la gran sacristía. Entra por la puerta pequeña lateral a la derecha del retablo mayor. Posee dos pinturas barrocas de hacia 1780, un interesante Crucifijo, una talla antigua de San Vicente y un artístico mobiliario de uso práctico, como las cajoneras, un aguamanil o lavatorio de útiles eucarísticos, fechado en 1914, así como un singular cuadro de horas y oficios, ya fuera de uso, destinado a los distintos sacerdotes que tuvo la iglesia.
Al salir de la sacristía, encuentras otra capilla, la del Buen Suceso o de los Zumelzu. De planta cuadrada y coronada por una cúpula rebajada. En ella pueden contemplarse una imagen de la Virgen Dolorosa, talla de vestir, y un Cristo yacente en urna, obras del imaginero Quintín de Torre. Además, destaca el Santísimo Cristo de la Salud, propiedad de la Cofradía de la Pasión y obra del imaginero Jesús Cepeda.
A su salida, puedes contemplar el retablo de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en un bello Icono junto a la imagen de San Roque con su lebrel y la calabaza de caminante, protagonista de epidemias y pestes, que recuerda lo sucedido en otros tiempos en la Villa de Bilbao y la de San Isidro labrador, cuya cofradía agrupó a los muchos labradores que había en esta anteiglesia en tiempos pasados.
Avanzando por la nave lateral derecha para salir, encuentras uno de los dos accesos al templo. Es el de aspecto más antiguo. De tipología gótica tardía, con jambas y arquivoltas molduradas y apuntadas, y está orientado a mediodía, a un pasillo respetado por los edificios parroquiales que sitian el templo. Este pórtico está coronado en su tímpano por una pequeña virgen de madera policromada.
Saliendo por la puerta contraria a la que has entrado, destaca un excelente Cristo del escultor Julio Beobide. La pequeña vidriera representa la expulsión de los mercaderes del Templo por parte de Jesús. Junto a está reposan los restos del insigne escritor Antonio de Trueba bajo el relieve de un cisne, protagonista de uno de sus poemas.
Abandona el templo para poder contemplar el acceso principal, el cual se ubica a los pies y forma parte de la fachada orientada al atardecer, realizada a partir de 1556. Una gran hornacina entre dos machones que sirven de soporte a la moderna torre espadaña acoge un sencillo ingreso en arco rebajado, apenas decorado con unos elementos figurados fantásticos. Encima lleva un encasamiento para una imagen de piedra de San Vicente Mártir y sobre su eje se diseña una ventana adintelada. La espadaña data de 1894 y su diseño es de José María Basterra. Fue construida por el ayuntamiento de Bilbao, tras la cesión de unos terrenos y está realizada con la piedra del antiguo edificio consistorial.
Por último y antes de terminar de visitar el templo, te invitamos a sentarte en silencio en un banco a orar durante unos minutos.
ORACIÓN DE SAN VICENTE MÁRTIR
Dios y Padre bueno, que infundiste al diácono San Vicente el espíritu de fortaleza que le hizo fiel en tu servicio y valiente en el martirio. Te damos gracias por su ejemplo.
Padre Santo, confiados en tu amor misericordioso, por intercesión de San Vicente, te suplicamos nos protejas de los males que nos amenazan en nuestro tiempo. Líbranos del pecado que nos hace sordos a tu Palabra y nos arrastra a vivir al margen de tus mandamientos, y que nos hace egoístas e indiferentes ante el sufrimiento de los demás.
Danos la salud del alma y del cuerpo para que, a ejemplo de San Vicente, podamos amar con un corazón limpio y servir al prójimo con generosidad, compartiendo nuestros bienes con quien lo necesite. Te pedimos por quienes son víctimas de guerras, terrorismos y violencias. Ten compasión de quienes se sienten solos y desamparados, de los que sufren a causa de las enfermedades, de la pobreza y el hambre.
Dios de bondad, por intercesión de San Vicente, protege a todas las familias para que sean verdaderas iglesias domésticas, en las que se cuide el tesoro de la vida y de la fe, y donde se enseñe y practique el amor fraterno. Ayúdanos a ser sal y luz para los demás, siendo auténticos testigos de Jesús en todas las facetas de nuestra vida, siendo instrumentos de paz, de alegría y de esperanza.
Padre Nuestro, haz que quienes te invocamos en nombre de San Vicente, guiados por su ejemplo y con la ayuda de su intercesión, caminemos juntos hacia Ti.
EL SEÑOR ES MI PASTOR (Salmo 22)
El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Dame una mirada limpia Jesús, enséñame a tener una mirada limpia como la tuya. Yo quiero ser feliz.
Enséñame a desear la felicidad para todo el mundo, porque no se puede ser feliz de verdad si uno sólo piensa en sí mismo y se olvida de los demás.
Enséñame a amar no sólo a aquellos que siento cercanos, sino también a los que no me caen bien, porque no piensan como yo o porque me hacen sentir incómodo.
Enséñame sobre todo a tener el corazón bien abierto a toda la gente que sufre, aquí, cerca de mí, y en cualquier parte del mundo.
Jesús, dame tu Espíritu, para que yo sea siempre un signo estimulante de tu amor.