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“ATZEKO HAUSNARKETA”. JAUNAREN EGUNA 1260 zkia. 2023ko maiatzaren 14a.

María fue a buscar a un sacerdote para que fuera a visitar a su padre que estaba muy enfermo. El sacerdote acudió a su casa, entró en la habitación y, encontró a José en la cama con la cabeza un poco levantada por un par de almohadas. Al lado de la cama, había una silla por lo que el sacerdote penó que el hombre sabía que vendría a visitarlo.

– ¿Supongo que me estaba esperando?- Le dijo.

– No, ¿quién es usted?-, preguntó José.

– Soy el sacerdote que su hija llamó para que rezase con usted. Cuando entré y vi la silla vacía junto a su cama supuse que me estaba esperando.

– Ah, sí, la silla. ¿Le importa cerrar la puerta?- Dijo el hombre enfermo.

El sacerdote sorprendido cerró la puerta.

José le dijo: “Nunca le he contado esto a nadie, pero toda mi vida la he pasado sin saber cómo orar. Cuando he asistido a la iglesia, he escuchado siempre hablar de la oración, cómo se debe orar y los beneficios que trae…, …pero siempre esto de las oraciones. ¡No sé…! Me entra por un oído y me sale por el otro. De todos modos no tengo idea de cómo hacerlo. Entonces… hace mucho tiempo abandoné por completo la oración. Esto ha sido así hasta hace unos cuatro años, cuando charlando con mi mejor amigo, me dijo:

– José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús, así es como te sugiero que lo hagas, te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente de ti; luego con fe miras a Jesús sentado a tu lado. No es algo alocado hacerlo, pues él nos dijo: “Yo estaré siempre con vosotros”. Por lo tanto, le hablas, le escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora. Así lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija,.. pues me internaría de inmediato en el manicomio.

El sacerdote sintió una gran emoción al escuchar esto y dijo a José que era algo muy grande lo que venía haciendo y que no dejara de hacerlo nunca. Luego hizo una oración con él, le bendijo y se fue a su parroquia.

Dos días después, la hija de José llamó al sacerdote para decirle que su padre habla fallecido.

El sacerdote le preguntó: – ¿Falleció en Paz?

– Sí, cuando salí de casa, a eso de las dos de la tarde, me llamó y fui a ver lo que quería. Me dijo que me quería mucho y me dio un beso. Cuando volví de hacer unas compras, una hora más tarde ya lo encontré muerto. Pero hay algo extraño respecto a su muerte, pues aparentemente, justo antes de morir, se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó la cabeza en ella, pues así lo encontré. ¿Qué cree usted que puede significar esto?

El sacerdote profundamente estremecido, se secó las lágrimas de emoción y le respondió:

– Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera. Señor, quédate con nosotros.